Esta fotografía posiblemente fue realizada hacia 1924-25 para que figurara en la gran exposición que sobre el Traje Regional Español se celebró en Madrid en 1925, como años después realizarían otras para el Museo del Pueblo Español y donde participaban como modelos, alumnos y alumnas de la Escuela de Magisterio.
La fotografía representa a una mujer ataviada a la más antigua manera de la Churrería, y al modo de Cantalejo, una mujer en traje de grande fiesta, posiblemente como mayordoma de la Virgen del Pinar, pues fue costumbre que las cuatro mayordomas de la Virgen acompañaran de esta manera la procesión de la venerada talla en la fiesta de Pascua de Pentecostés.
No representa por tanto a una alcaldesa de Santa Agueda a pesar del uso de la montera, y que en esos años ya estaba asociada claramente al cargo de alcaldesa de cofradía. Interesan más otras piezas como la armilla, que es de seda con brocado de terciopelo -roja posiblemente- enriquecida notablemente en los costadillos, la bocamanga, el brazo y hombro con galón de oro y pasamanería de oro y plata, los diminutos lazos del codo y la estrecha manga de dos hojas que deja asomar en la puñeta cinco botones de filigrana de los llamados “charros” pero que por sus uso en media Castilla y especialmente en estas tierras, bien pudieran llamarse también “segoviano”. De la camisa de corchado, asoma escasamente la pechera, en pliegues.
Un manteo de paño -encarnado posiblemente- de los llamados de siete vueltas (de tiranas de terciopelo negro y pasamanerías de azabache completan el singular traje al que no le falta detalle ni tan siquiera en los zapatos “de oreja” con la hebilla de plata, los bordados de colores en los laterales y en arreglo de cintas encima de la misma hebilla, en una particularidad muy segoviana.
La joyería es excepcional y muy churra, colocada de manera muy diferente a como se gasta en otras partes de la provincia, frente a la austeridad serrana de cuentas de filigrana y cruces, o el lujo y cuidada colocación zamarriega, de docenas de medallas caladas, cruces, bronces, relicarios y muchas más piezas. Gastan varias sartas de corales finos y collaradas de grandes bollagras de plata, que alternan con castilletes o arconciles también de plata, rombos o bollagras cónicas y algunas cuenta grande de coral. No abusaban las churras de medallas como las zamarriegas y apenas hay un par relicarios y una cruz de Calatrava. Característico de estas zonas también es una gran cadena de grandes eslabones, carente de adornos y que circunda hasta el bajo vientre. Distingue a la cantalejana de otras galas de la tierra el llevar encima de todas las collaradas la cruz, un cruz de filigrana de oro o plata que en vez de colgarse de un hilo metálico se coloca casi como una condecoración con una banda de seda de colores sin anuda, encima de todo el rico joyel.
Destacamos los pendiente de perilla, de tres cuerpos de plata o plata sobredorada que aparece muy frecuentemente junto al clásico de aldabón o el de gajos segovianos, aunque tal vez más en esta parte. Tan solo dos pegas pondríamos a esta imagen, la primera que el mandil de galón aparece utilizado en otras placas del fotógrafo como en el modelo de Hontalbilla por lo que la procedencia queda dudosa y que la toca de la modelo, sin vuelo, juego y ni gracia alguna en la colocación lejos de enriquecer la imagen, la deja desvaída en parte, por más que ya no tenemos documentado el uso de la toca en Cantalejo, a falta de un conocimiento de archivos y protocolos.
Se conservan dos copias de esta fotografía en gran formato (47,5 x 67,5) y otra placa de cristal original que con diversa postura presenta a la misma modelo con el mismo traje y que se conserva fuera de la colección de El Henar, en el Fondo Unturbe de la Filmoteca de Castilla y León (Fuse 221) y donde leemos en propia letra del sacerdote, como grafito, en una esquina “Cantalejo”.
Este original en gran formato, aparece con un tratamiento enmascarado, con un lavado de fondo en guache, con la finalidad de ocultarlo aislado así a la figura, aunque en el monasterio se conserva un positivo pequeño en papel, donde se aprecia la colcha que sirvió de fondo y la manta de cuadros sobre la que se colocó la modelo.
CARLOS PORRO