No ha tenido El Payo, la suerte que sus vecinos peñapardanos, donde su cante antiguo, su baile de pandero cuadrado y su vestir charro lucen a día de hoy en encuentros, fiestas y celebraciones locales y de media España.
Lució El Payo hasta hace escasos años la gracia de sus sarteneras, de sus bailadores de castañuelas y sus rondas de “gigeos” con tanta gracia, elegancia y ringo rango como el propio apellido de su localidad, hoy herrumbrado junto a usos y costumbres en El Payo de Valencia de Flores.
Afortunadamente los sones de las tocadoras Anastasia Chaparro, Lucia Vaquero, María Vicente o Isabel Pascual, memoria pura de El Payo se conservan en los registros de Radio Nacional de España, en los que otros investigadores recogieron en su momento como el desaparecido Angel Carril, J.R. Cid o Tecnosaga y que en manos, voces y pies del grupo MAYALDE sigue latiendo con fuerza y vivos. Y no fuera mala cosa que nos aprovecháramos de las pocas veces en las que tan compacto grupo familiar retoman el cante de los pies, su baile de soleta, de genti bien plantá y de castañuelas bien mangás, a las que nos tienen desacostumbrados en los últimos años.
El baile payengo, diferente al de Peñaparda y Roblea a pesar de la cercanía, se caracteriza por los sonis metalicos de una sartén, regalo de la suegra, aunque en tiempos pasados también fuera el pandero el que alegrara los sones del baile, como en medio Rebollal y el resto de la sierra de Gata cacereña. La tocadora comienza con el primero o la charrá primera, la charrá segunda o del medio de cuatro vueltas cada una y acaba con el repicoteo y fandango. Aparte va la jota, que ya vino después y el seguío o valseo, que trastocando el nombre al pasodoble bailan agarrados dagales y dagalas. Aún hay otro estilo de baile el revuelto, una ensalada de bailes agarrados y sueltos. Así que sírvanse ustedes mismos. Carlos A. Porro.