La flauta de tres agujeros, acompañada con el tamboril, hace décadas que fue sustituida, en tierras castellanas, por la dulzaina de llaves. Otrora abundante en tierras de Palencia, Valladolid, Segovia o Ávila, hoy sólo pervive en Burgos ligada a los bailes de los gigantillos y gigantones. Es por eso que, la pervivencia en Burgos de este arcaico instrumento es tan reseñable. En esta ocasión la flauta es desmontable y de cuatro agujeros. Varias melodías de este intérprete figuran ya en el cancionero de Federico Olmeda (tres pasacalles, dos bailes y las mochadas) recopiladas a fines del S.XIX.
En la zona de Las Machorras, también en Burgos, uno de los últimos intérpretes de flauta y tambor fue el señor Narciso, "el tocador" quien ejerció su oficio para los danzantes de Nuestra Señora de las Nieves hasta los años 60. Otro tamborilero de la zona existió en Villamartín de Sotoscueva, y otro más en Tamarón hacia 1930. Por último en la zona de La Ribera existió otro tamborilero como lo atestigua una fotografía que aparece en el libro de Justo del Río "Danzas Burgalesas". Olmeda, a principios de siglo, ya se quejaba de que el pito y el tamboril pocas veces podía escucharse y que antiguamente estuvo muy en boga en toda España.