Aunque el instrumento es el mismo -dos palas de madera que se golpean una contra otra- nuestros paisanos , en tierras castellanas, distinguen, no sin ciertas confusión a veces, las castañuelas de los pitos y éstos de las tarrañuelas. Por castañuelas se entiende el formato habitual de estos instrumentos, de corte andaluz y flamenco, y que se adquieren en las tiendas en épocas más modernas y vinculadas a los movimientos de los colectivos de coros y danzas. Por el contrario en los bailes y danzas naturales se tocaban los pitos y las tarrañuelas, siendo los hombres los tañedores de estos instrumentos. Aunque pocos, aún hemos alcanzado a ver y registrar los toques de castañuelas -utilizaremos de manera genérica este término- para los bailes de la jota y las danzas procesionales en sus diferentes medidas (5/8, 3/4, 3/4 y 8/8), en lo que se conoce como danza, contradanza o danza al punteado, además de ser instrumento habitual, y en ocasiones casi exclusivo, para que determinados colectivos como es el de los pastores interpreten sus rondas navideñas y villancicos, acudiendo a la misa navideña de gallo “cascando las castañuelas”.
Por pitos se entienden a una castañuela de corte local, propia de la zona y diferente al modelo habitual y moderno flamenco. En las localidades en las que se conservan ambos instrumentos de diferente tamaño -se reserva el término pito, para referirse al de menor tamaño-.
Labradas profusamente con navaja por motivos geométricos, bandas y picos, en los que a veces se leía el nombre del propietario, de la persona a la que se destinaba, la fecha y alguna frases agradables como “Viva mi dueño” o “Soy de Fulano de tal” y anudadas al dedo corazón con cintas o cuerdas de colores. Anilinas y tintes vegetales completaban la decoración en lo que serían unas coloristas artesanías. Los pitos que eran de menor tamaño, podían ir asimismo decorados con los mismos motivos geométricos y se anudaban en el dedo gordo de cada mano, chascando los dedos sobre ellos.
La fabricación corría a cargo de algunos ebanistas y carpinteros, por aquello del dominio de la madera y sus útiles de trabajo, aunque casi siempre fueron los pastores, que entretenidos en el campo con sus rebaños, pasaban las horas cortando, recortando y tallando todo tipo de utensilios en principio de uso habituales, cucharas, cajitas de adorno, ruecas, muñecos, etc. y especialmente castañuelas que regalaban a los propietarios de los rebaños, en pago de algún favor o por simple distracción. La madera empleada era de muy diferente factura, aunque especialmente se empleaba la de encina por su dureza y sonoridad.
En la localidad de Villamediana (Palencia) los viejos danzantes al son de flauta de tres agujeros y tamboril, acompañaban la danza con dos toques: El “carracasclás” el “tacalacatá”, en lo que ordenaba un ritmo de danza en compás de 5/8 y otro de remate en 2/4.
También en la Montaña Palentina fue asimismo instrumento masculino para el baile, muy alejado del recuerdo leonés de los puertos donde las mujeres acompañaban con destreza los bailes del pandero emparentadas con las asturianas. Aunque olvidado el uso casi incluso masculino -solamente conocimos un tocador en Herreruela de Castillería, que las tocaba de joven al baile- de otro lado del límite provincial, en la indisoluble montaña cántabra, afloran algunos testimonios de uso femenino de las tarrañuelas en el cercano valle purriego, ya en Cantabria, y en tierra dentro de La Montaña. Todos los demás testimonios del uso montañés, que los hay, son justos y escasos en la utilización del instrumento, en comparanza a la Tierra de Campos y el Cerrato.
Fuera de los colectivos de paloteo y danzas, obligado en los ocho componentes de la cuadrilla, la castañuelas acompañaron todo el desarrollo de la jota y la redondilla de Tierra de Campos -no sólo los estribillos-, y los bailes a lo ligero montañeses junto a la dulzaina y la pandereta, aunque solamente algunos aficionados -pero diestros tocadores- se hacían acompañar con los instrumentos en los bailes festivos.