miércoles, 26 de febrero de 2014

APRENDIENDO EL BAILE TRADICIONAL SEGOVIANO


El baile antiguo segoviano ha mantenido, en esencia, pasos asentados donde la gracia del bailador acompañaba la figura de la mujer en un ir y venir de sayas y manteos, cadenas y corales. Bailes muy alejados de lo que se ofrece actualmente en las agrupaciones folklóricas segovianas. El curso hace un repaso a estilos, gracias, formas y maneras de ese bailar antiguo tan segoviano, tan propio. Os esperamos en Cuéllar de la mano de Carlos Porro y muy bien acompañados al toque por los Hermanos Ramos. A disfrutar.

miércoles, 12 de febrero de 2014

LA GALA DE CANTALEJO. ARCHIVO DEL PADRE BENITO DE FRUTOS


Esta fotografía posiblemente fue realizada hacia 1924-25 para que figurara en la gran exposición que sobre el Traje Regional Español se celebró en Madrid en 1925, como años después realizarían otras para el Museo del Pueblo Español y donde participaban como modelos, alumnos y alumnas de la Escuela de Magisterio.

La fotografía representa a una mujer ataviada a la más antigua manera de la Churrería, y al modo de Cantalejo, una mujer en traje de grande fiesta, posiblemente como mayordoma de la Virgen del Pinar, pues fue costumbre que las cuatro mayordomas de la Virgen acompañaran de esta manera la procesión de la venerada talla en la fiesta de Pascua de Pentecostés. 

No representa por tanto a una alcaldesa de Santa Agueda a pesar del uso de la montera, y que en esos años ya estaba asociada claramente al cargo de alcaldesa de cofradía. Interesan más otras piezas como la armilla, que es de seda con brocado de terciopelo -roja posiblemente- enriquecida notablemente en los costadillos, la bocamanga, el brazo y hombro con galón de oro y pasamanería de oro y plata, los diminutos lazos del codo y la estrecha manga de dos hojas que deja asomar en la puñeta cinco botones de filigrana de los llamados “charros” pero que por sus uso en media Castilla y especialmente en estas tierras, bien pudieran llamarse también “segoviano”. De la camisa de corchado, asoma escasamente la pechera, en pliegues. 

Un manteo de paño -encarnado posiblemente- de los llamados de siete vueltas (de tiranas de terciopelo negro y pasamanerías de azabache completan el singular traje al que no le falta detalle ni tan siquiera en los zapatos “de oreja” con la hebilla de plata, los bordados de colores en los laterales y en arreglo de cintas encima de la misma hebilla, en una particularidad muy segoviana.

La joyería es excepcional y muy churra, colocada de manera muy diferente a como se gasta en otras partes de la provincia, frente a la austeridad serrana de cuentas de filigrana y cruces, o el lujo y cuidada colocación zamarriega, de docenas de medallas caladas, cruces, bronces, relicarios y muchas más piezas. Gastan varias sartas de corales finos y collaradas de grandes bollagras de plata, que alternan con castilletes o arconciles también de plata, rombos o bollagras cónicas y algunas cuenta grande de coral. No abusaban las churras de medallas como las zamarriegas y apenas hay un par relicarios y una cruz de Calatrava. Característico de estas zonas también es una gran cadena de grandes eslabones, carente de adornos y que circunda hasta el bajo vientre. Distingue a la cantalejana de otras galas de la tierra el llevar encima de todas las collaradas  la cruz, un cruz de filigrana de oro o plata que en vez de colgarse de un hilo metálico se coloca casi como una condecoración con una banda de seda de colores sin anuda, encima de todo el rico joyel.

Destacamos los pendiente de perilla, de tres cuerpos de plata o plata sobredorada que aparece muy frecuentemente junto al clásico de aldabón o el de gajos segovianos, aunque tal vez más en esta parte. Tan solo dos pegas pondríamos a esta imagen, la primera que el mandil de galón aparece utilizado en otras placas del fotógrafo como en  el modelo de Hontalbilla por lo que la procedencia queda dudosa y que la toca de la modelo, sin  vuelo, juego y ni gracia alguna en la colocación lejos de enriquecer la imagen, la deja desvaída en parte, por más que ya no tenemos documentado el uso de la toca en Cantalejo, a falta de un conocimiento de archivos y protocolos.

Se conservan dos copias de esta fotografía en gran formato (47,5 x 67,5) y otra placa de cristal original que con diversa postura presenta a la misma modelo con el mismo traje y que se conserva fuera de la colección de El Henar, en el Fondo Unturbe de la Filmoteca de Castilla y León (Fuse 221) y donde leemos en propia letra del sacerdote, como grafito, en una esquina “Cantalejo”.

Este original en gran formato, aparece con un tratamiento enmascarado, con un lavado de fondo en guache, con la finalidad de ocultarlo aislado así a la figura, aunque en el monasterio se conserva un positivo pequeño en papel, donde se aprecia la colcha que sirvió de fondo y la manta de cuadros sobre la que se colocó la modelo.

CARLOS PORRO

lunes, 3 de febrero de 2014

MORENITA LA QUIERO....



Morenita la quiero
con el refajo
estrecha de cintura
y ancha de abajo.

La estética antigua pedía cinturas estrechas y anchas caderas. Este ahuecamiento de sayas hasta conseguir figuras acampanadas recoge el testigo de siglos antiguos. Ya en el siglo XV se usaron los vestidos verdugados o armados con "verdugos". El término verdugo alude a los regüeldos y renuevos de algunas salicáceas o mimbreras cortadas a monte bajo y utilizadas en cestería que se implementaron en forma de aro para abrir las sayas. Después vendría la moda de los guardainfantes (siglo XVII con el conocidísimo cuadro de las Meninas de Velázquez como ejemplo gráfico) y los tontillos, miriñaques y polisones del siglo XVIII y XIX. Este recorrido histórico sobre esta interesante pieza de la indumentaria se puede consultar en OPUS INCERTUM. Pero volvamos a nuestras sayas. Gustó la mujer antigua vestir más de un manteo. Sobre el haldar de la camisa (única prenda interior que gastó), se superponían refajos y sayas bajeras a veces, en un número considerable que iban ensanchando la cadera y estrechando la cintura, ceñida generalmente con justillos y piezas de busto ajustadas. Para sujetarse el importante peso se usó en muchas comarcas hispanas una almohadilla o cojín que recibe distintos nombres a lo largo y ancho del país (tontillo, miriñaque, coixinet, rulo...). Esta pieza ayudaba a la mujer a sobrellevar la mucha carga que suponían paños y bayetas a la vez que ahuecaba enormemente la silueta acampanada de la mujer. Desgraciadamente esta pieza ha desaparecido de la indumentaria tradicional de los grupos folklóricos (al menos de los menos ortodoxos) convirtiendo los manteos en un lamido paño ajustado como se puede a la cintura, con vuelos excesivos para dejar bien al aire los interiores femeninos en vueltas imposibles. Poco que ver con el gusto antiguo por el vestir asentado y sutil de estas piezas. En el grabado castellanas de Salobral (Ávila) ahuecadas de sayas y detalle de tontillo y estética antigua en sayas en carbajalinos zamoranos.


Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...