viernes, 4 de febrero de 2011

UNA REFOLKLORIZACIÓN A TENER EN CUENTA: EL CASO FRANCÉS

Les Bethmalais (Bethmale, 1906),  Les jeunes de Biros o Les Biroussans  (1921), Les Balaguérais de 1922, el grupo Massatois , el de Saint Paul de Jarrat, “les pinsous” de Saint-Girons, de Arget (estos últimos organizados entre 1929 y 1939) , todos de la zona del L`Ariége y Couserans en los pirineos gascones, justamente del otro lado de Vielha constituyen algunos de los primeros estadios de la refolklorización francesa y que en muchos aspectos se desarrollaría de forma similar en España.

Mientras en muchas partes de la zona española tardamos medio siglo más en ponernos a trabajar -también es verdad que los años de cambio drástico en la tradición derivados después del conflicto bélico civil de 1936 se produjo veinte años más tarde que en el caso francés con la primera guerra mundial- en aquellas zonas pirenaicas de los primeros años del XX, se desarrollaron varios grupos folklóricos formados incluso por las viudas y los huérfanos de la guerra, que realizaban actuaciones folklóricas y concursos de trajes para los turistas que acudían a tomar los baños o los aires de la montaña. Posteriormente se desarrollaron las recreaciones y coreografías de escenario, a partir de diferentes directores de estas agrupaciones y en los años sesenta y setenta hubo un vuelta atrás, una mirada nueva al repertorio más natural y tradicional, la “recherche” que en España pasó a realizarse a mediados de los ochenta y noventa.

En el repertorio tradicional bailes como la bourrée, la traversée, la traversée à huit, la castaña, le quadrille et la polca, la polca piquée y la gigolette  que se interpretaban por famosos músicos como Pigalhe (1873-1936) que tocaba el hautbois (el oboe tradicional) o Le Clitchou (hautbois acompañado de una persona con tambor) o Alphone Sentein (hautbois y violín) y posteriormente el acordeón.

Sea como fuere, el caso es que los bailes y la rica indumentaria tradicional de L’Ariege y Couserans, se siguen enseñando por gentes, que ni ellos, ni sus padres y muchas veces ni sus abuelos los aprendieron más que a través de la enseñanza en grupos folklóricos o en la escuela -como se hace ahora allí-. En nuestro caso muchas veces hemos aprendido de la gente que directamente lo bailó en el medio rural y que en algunos casos usaron las prendas que llamamos tradicionales y que ahora ha de hacerse mediante una enseñanza de escuela como ha pasado en el caso francés. Sin duda allí, al menos en esta zona, y también gracias al gran trabajo que desde Toulouse realizaron el Conservatoire Occitan y Pierre Corbefin el patrimonio etnográfico pirenaico sigue vivo.

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