“Mayo suelen llamar en las aldeas un olmo desmochado con sola la
cima, que los mozos zagales suelen el primer día de mayo poner en la plaza o en
otra parte y por usarse en aquel día se llamó mayo”
Sebastián de
Covarrubias. 1611.
Tesoro de la lengua
castellana o española
La generalizada tradición del mayo se
mantiene en activo, con algunas discontinuidades, en varios pueblos de Valdejalón.
Consistía y consiste en un tronco de chopo que se pela manteniendo las ramas superiores,
como cuenta Covarrubias. Pero en Valdejalón, hasta donde alcanza la memoria de
la gente, correspondía a los quintos, por lo general a los entrantes, la labor plantar, poner o pingar el mayo. Es de suponer que pasó a ser tarea suya a la vez que se fue
consolidando el servicio militar obligatorio, a lo largo del s. XIX, y con él
las “fiestas de quintos” en el medio rural. Hoy en día, desaparecida la mili, se
ocupan de ello los mozos y mozas en teórica edad de quintar.
A finales de abril, buscan y buscaban en las
choperas algún ejemplar bien crecido, recto y grueso, pues antiguamente existía
cierta rivalidad sobre qué quintada del pueblo había plantado el mayo más alto
y fornido. Con consentimiento o no del sufrido dueño, el 30 de abril lo talaban.
Tras limpiar las ramas bajas, bien comidos y mejor bebidos, lo trasladaban al pueblo,
más o menos “accidentadamente”, en algunos casos al hombro, en otros con ayuda
de dos carros tirados por caballerías o empujados por los propios mozos.
Durante la noche lo plantaban en la plaza.
Previamente se pelaba la parte baja y se ataba a la copa una banderica o algo apetecible,
como un abadejo o un pollo, una bota de vino, naranjas… Una vez alzado el chopo,
algún mozo valiente se apoderaría de ello trepando hasta la copa. Toda una
demostración de valor y destreza, como lo era la propia tradición del mayo. Más
allá de la supuesta supervivencia de un “culto al árbol”, nos encontramos en
todo caso, como señala Honorio Velasco, con la acción de “dominar un árbol”. Una
exhibición de habilidad y fuerza de la quinta en su conjunto, en una primera
fase de ese rito de paso a la vida adulta que en su día constituyó el servicio
militar.
En la actualidad, el acto se ha trasladado
al fin de semana y se facilitan los trabajos con el concurso de mozos y adultos
auxiliados por sierras mecánicas y tractores. Lo que sí se ha perdido es la
tradición de la ronda: antiguamente, después de plantar el mayo, daban
serenatas, en particular a la puerta de las mozas, cantando jotas con
acompañamiento de rondalla. En Urrea, además, cantaban las mayas, unas estrofillas de estilo muy conocido en la lírica hispana
(Ya ha entradito mayo/ por esas laderas/
camino de flores/ casando doncellas…).
La tradición del
mayo, como las casi desaparecidas rondas y enramadas de los mozos a las mozas
adornando sus balcones o la fuente del lugar, forman parte del ciclo de
celebraciones de exaltación de la primavera, en palabras de Caro Baroja, “la
estación de amor”.
En las imágenes, los
quintos de Calatorao (en blanco y negro) transportando el mayo el 30 de abril de 1963 (archivo
fotográfico de la asociación cultural “Barbacana”) y las tareas de tala,
transporte, pelado y plantado (en portada) del mayo por los quintos y quintas de Rueda de
Jalón en el año 2008.
Carolina Ibor Monesma